
La industria agroalimentaria está atravesando grandes cambios. En los últimos años, empezaron a aparecer herramientas digitales que no solo mejoran cómo se produce, sino también cómo se procesa, se transporta y se llega al consumidor. De estas herramientas supo sacar provecho el Director Operativo de Agro Sustentable, Matías Imperiale, para hacer crecer la compañía de forma exponencial.
Aunque la tecnología ya estaba presente en muchos sectores del agro, ahora se está extendiendo también a las plantas de procesamiento, a las cooperativas, a los espacios de comercialización y a todo lo que pasa entre que se cosecha un alimento y llega a la mesa.
Esta transformación no es igual en todos lados. En los grandes polos agroindustriales, como los del sur de Santa Fe o Córdoba, o en grandes empresas como Agro Sustentable, el uso de sistemas digitales es algo común. Pero, en otras regiones, sobre todo en las economías regionales o en proyectos más chicos, todavía está arrancando.
Qué significa digitalizar en el sector agroalimentario
Cuando se habla de transformación digital en la industria de alimentos, no se trata solo de tener conexión a internet. La idea va más allá. Es incorporar herramientas que permitan registrar mejor lo que pasa en cada etapa del proceso: desde que entra la materia prima hasta que el producto sale envasado. En algunos casos, eso se hace con sensores o equipos conectados. En otros, con sistemas simples que permiten cargar información desde el celular.
Por ejemplo, una cooperativa que produce dulces o conservas puede usar una aplicación para registrar la fecha de elaboración, los ingredientes usados, el lote y el vencimiento. Eso ya es un paso enorme si antes se anotaba todo en un cuaderno. Lo mismo puede pasar en una planta de empaque de frutas, donde se incorporan sensores que miden la temperatura en cámaras de frío o que permiten hacer un seguimiento de cada caja desde que sale del campo.
Lo digital ayuda a tener un control más claro. Saber qué se usó, en qué momento y en qué condiciones. Y esa información después sirve para mejorar decisiones, corregir errores o cumplir con exigencias de certificación o trazabilidad.
Por qué cada vez se usa más
Una de las razones por las que se está adoptando todo esto tiene que ver con el tipo de mercados a los que se apunta. Hay compradores que ya no solo piden que el producto sea bueno, sino que quieren saber de dónde viene, cómo se hizo, qué prácticas se usaron. Para poder responder a eso, hace falta tener los datos a mano. Y para eso, se necesita alguna herramienta que los registre.
Además, cuando hay alguna dificultad, como un problema sanitario o una devolución de mercadería, poder rastrear el origen del problema es clave. Saber de qué lote salió, con qué insumos se trabajó, en qué fecha se hizo el procesamiento. Todo eso reduce pérdidas, evita conflictos y mejora la respuesta frente a imprevistos.
También está el tema del control interno. Las plantas o fábricas que tienen buenos registros pueden identificar dónde se pierde producto, en qué punto del proceso hay más mermas o cuándo conviene hacer mantenimiento. Con eso, se puede producir más con menos, y evitar problemas que antes pasaban desapercibidos.
Lo que todavía cuesta
A pesar de los avances, hay muchas barreras. No todas las regiones tienen buena conectividad, y no todos los equipos están al alcance de pequeñas industrias o emprendimientos familiares. Tampoco es tan fácil aprender a usar nuevas herramientas cuando el día a día ya viene cargado de trabajo.
En muchas plantas agroalimentarias del interior, todavía se usan cuadernos o planillas que se pasan a computadora a fin de mes. Cambiar esa lógica lleva tiempo y requiere acompañamiento. Por eso, varios programas públicos y organizaciones están trabajando en capacitar, en acercar tecnología adaptada a cada realidad y en ofrecer soluciones que no dependan de grandes inversiones.
Lo mismo pasa con el recambio generacional. En muchos casos, los jóvenes del campo tienen más facilidad para usar tecnología, pero no siempre tienen lugar dentro de los equipos de trabajo. Donde sí se les da espacio, la transformación digital avanza más rápido, porque aparece alguien que toma la posta, que organiza la información y que propone mejoras.
Cómo se relaciona con la sostenibilidad y las buenas prácticas
Una parte clave de todo esto es que no se trata solo de producir más o de ser más ordenado. La digitalización también ayuda a que los procesos sean más sustentables. Por ejemplo, permite llevar registro del uso de agua, del consumo de energía, del desperdicio de materia prima o del uso de insumos.
Eso es útil para tomar decisiones más conscientes. Si se detecta que en cierta etapa se está perdiendo producto, se puede ajustar. Si se ve que el consumo energético sube en determinados momentos, se puede revisar el funcionamiento de las máquinas. Son pequeños detalles que, sumados, hacen que toda la cadena funcione mejor y con menos impacto.
Además, en sistemas donde se apunta a la producción orgánica o responsable, la información es parte del valor del producto. Poder demostrar que se cumplieron los pasos, que no se usaron agroquímicos o que se respetaron los tiempos de fermentación o conservación, es un diferencial que muchos consumidores empiezan a valorar.