La incorporación de bioestimulantes a la producción agrícola

Tanto los bioestimulantes como los biofertilizantes se aplican cada vez con más frecuencia en los procesos agrícolas. Esto puede colaborar con la mejora de determinadas prácticas productivas, mejorando a su vez los rendimientos y la calidad de los cultivos. 

Durante los últimos años, la fertilización tradicional de los cultivos ha ido mutando. En ese sentido, se ha ido adoptando un nuevo enfoque centrado en disminuir la estrategia de reponer todos los años los nutrientes a los suelos, haciendo una aplicación más dinámica y general. Prestando atención a que el suelo es un espacio vivo en el que habitan diferentes microorganismos que son protagonistas de la fertilización. 

La agenda 2030 propuesta por la Unión Europea tiene como objetivo reducir el uso de agroquímicos a un 50% y el uso de fertilizantes químicos a un 20%. Asimismo, el reto es tener una limitación del 50 % en las pérdidas de nutrientes y un incremento de la superficie ecológica hasta alcanzar una ocupación del 25 % de las tierras agrícolas.

Para lograr dichas metas es necesario revisar las prácticas agrícolas a través de la incorporación de enfoques novedosos que produzcan alimentos de una forma sostenible. 

En esa línea, el uso de bioestimulantes ayudan a reducir la dependencia de insumos químicos y en particular de fertilizantes sintéticos, como también, otorgan estabilidad en la productividad ante condiciones ambientales desfavorables.

Los bioestimulantes, según el Reglamento de la Unión Europea son productos fertilizantes capaces de potenciar los procesos de nutrición vegetal, independientemente del contenido nutricional de los productos. 

¿En qué se diferencia un bioestimulante de un biofertilizante?

Los bioestimulantes agrícolas son sustancias naturales o sintéticas, provenientes de una mezcla de microorganismos, que aplicado solos o en mezcla sobre las plantas, semillas o raíces actúan sobre la fisiología de la misma de diferentes maneras y por diferentes vías para lograr el rendimiento y calidad de la cosecha, mejorando la disposición de nutrientes, optimizando su absorción, o incrementando la tolerancia a  diferentes tipos de estrés. Dentro de este grupo se encuentran los ácidos húmicos y fúlvicos, las macro y microalgas, los hidrolizados de proteínas de origen animal o vegetal, silicio, extractos de plantas, hongos micorrizas arbusculares y rizobacterias promotoras del crecimiento vegetal.

Por tratarse de bioproductos de diferente composición, la estimulación de procesos fisiológicos puede ocurrir a través de la acción de sus componentes por separado, por sus interacciones o por su sinergia. La consecuencia de esta combinación de biomoléculas es la estimulación de la expresión de genes que se ve reflejada en la activación del metabolismo primario y/o secundario de las plantas.

Estos bioproductos tradicionalmente se consideraron como parte del grupo de reguladores de crecimiento, aunque, desde un punto de vista legal, su acción biológica no puede atribuirse  a fertilizantes si su composición contiene iones minerales cuya concentración puede provocar este efecto.

Los bioestimulantes operan a través de mecanismos diferentes a los fertilizantes, más allá de contar o no con la presencia de nutrientes en los productos.

Un bioestimulante no se utiliza para reemplazar a los fertilizantes, sino que se pueden emplear en conjunto para obtener un mayor y mejor crecimiento de los cultivos, debido a que generará una mayor protección contra estreses, usando los nutrientes que poseen los fertilizantes de una forma más eficiente y colaborando con la absorción de los mismos. 

Teniendo en cuenta esta descripción, se puede asegurar que con la elección de bioestimulantes, se reduce el uso de productos químicos ya que, al reforzar las defensas de la planta, estas crecen más sanas y más fuertes para enfrentar la presencia de plagas y/o enfermedades. 

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