En los últimos años, alrededor de 733 millones de personas pasaron hambre. Esta cifra equivale a una de cada 11 personas en el mundo y una de cada cinco en África, según el último Informe sobre El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo (SOFI) publicado por organismos especializados de las Naciones Unidas.
De acuerdo al informe anual producido por la Alianza mundial contra el hambre y la pobreza, se advierte que tras una crisis alimentaria global profunda, el objetivo de alcanzar un desarrollo sostenible y hambre cero para 2030, está muy lejos.
A pesar de algunos logros en determinados sectores tales como el retraso en el crecimiento y la lactancia materna exclusiva, un número alarmante de personas sigue enfrentándose a la inseguridad alimentaria y la malnutrición. Esta situación se puede observar en los niveles mundiales de hambre que se han estancado durante tres años consecutivos, con entre 713 y 757 millones de personas subalimentadas en 2023, cerca de 152 millones más que en 2019 si se considera el rango medio de 733 millones.
Las tendencias regionales varían notablemente. Tal es así que el porcentaje de la población que padece hambre sigue aumentando en África con un 20,4 %, permanece estable en Asia con 8,1 % si bien todavía sigue representando un reto importante, ya que es la región que alberga a más de la mitad de las personas que padecen hambre en el mundo. Por otro lado, se vislumbra una mejora en América Latina con 6,2 %. De esta manera, se puede decir que de 2022 a 2023, el hambre aumentó en Asia occidental, el Caribe y la mayoría de las subregiones africanas.
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), la Organización Mundial de la Salud (OMS), el Programa Mundial de Alimentos (PMA) y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) advierte que, si se mantienen las tendencias actuales, unos 582 millones de personas estarán crónicamente subalimentadas en 2030.
Esta proyección se asemeja mucho a los niveles observados en 2015, cuando se adoptaron los Objetivos de Desarrollo Sostenible, lo que indica un preocupante estancamiento en el progreso.
El informe destaca que el acceso a los alimentos adecuados sigue siendo un objetivo inalcanzable para miles de millones de personas.
En este sentido, en 2023 alrededor de 2.330 millones de personas de todo el mundo se enfrentaban a una inseguridad alimentaria moderada o grave, una cifra que no ha cambiado demasiado desde el brusco repunte de 2020, en medio de la pandemia por coronavirus.
En esa línea, durante ese período, más de 864 millones experimentaron inseguridad alimentaria grave, teniendo que pasar a veces sin alimentos un día entero o más tiempo.
Esta cifra ha permanecido obstinadamente alta desde 2020 y, aunque América Latina muestra mejoras, persisten retos más amplios, en especial en África, donde el 58 % de la población sufre inseguridad alimentaria moderada o grave.
La falta de acceso económico a dietas saludables también sigue siendo un problema fundamental, que afecta a más de un tercio de la población mundial.
Con nuevos datos sobre los precios de los alimentos y mejoras metodológicas, la información revela que más de 2.800 millones de personas no pudieron permitirse una dieta saludable en 2022.
Esta disparidad es más pronunciada en los países de ingresos bajos, donde el 71,5 % de la población no puede permitirse una dieta saludable, frente al 6,3 % en los países de ingresos altos. Esta cifra descendió por debajo de los niveles prepandémicos en Asia y en América del Norte y Europa, mientras que en África aumentó considerablemente.
Si bien se ha avanzado en el incremento de las tasas de lactancia materna exclusiva hasta el 48 %, será difícil alcanzar las metas mundiales de nutrición. La prevalencia del bajo peso al nacer se ha estancado en torno al 15 %, y el retraso del crecimiento entre los niños menores de cinco años, aunque ha disminuido hasta el 22,3 %, sigue sin alcanzar las metas. Asimismo, la emaciación entre los niños no ha experimentado mejoras importantes, mientras que la anemia entre las mujeres de 15 a 49 años ha aumentado.
De la misma forma, las nuevas estimaciones de casos de obesidad en adultos muestran un alza constante en la última década, del 12,1 % (2012) al 15,8 % (2022). Las proyecciones a futuro indican que en 2030 habrá a nivel mundial más de 1.200 millones de adultos obesos.
La doble carga de la malnutrición, es decir la coexistencia de desnutrición junto con sobrepeso y obesidad, también ha aumentado en todo el mundo en todos los grupos de edad. La delgadez y la insuficiencia ponderal han bajado en los últimos dos decenios, mientras que la obesidad ha crecido.
En síntesis, la inseguridad alimentaria y la malnutrición están empeorando a raíz de una combinación de factores. Algunos de ellos están vinculados a la inflación persistente de los precios de los alimentos, que sigue afectando a los beneficios económicos de muchas personas. Los principales motivos como los conflictos, el cambio climático y la recesión económica, son cada vez más frecuentes y graves. Estas cuestiones, junto con factores subyacentes como dietas saludables poco accesibles, entornos alimentarios insalubres y desigualdad persistente, amplifican sus efectos individuales.