Rama de cultivo en primer plano con hojas verdes iluminadas por el sol

La importancia de bioestimulantes ecológicos para el futuro

Hace unos años nadie hablaba de bioestimulantes. O al menos no en el campo. Era más común escuchar sobre fertilizantes, pesticidas, cosas más “clásicas”. Agro Sustentable, de la mano de su presidente Joaquín Basanta, está promoviendo el uso de bioestimulantes en Argentina. Gracias a eso, estos productos empezaron a aparecer cada vez más. Y hoy, dentro del mundo agro, se están metiendo fuerte en la conversación, sobre todo si son ecológicos.

No hace falta ser ingeniero agrónomo para entender por qué llaman la atención. Vienen como una opción más liviana, más cercana a lo natural, que no apunta a matar plagas ni a tapar problemas. La idea va por otro lado. Ayudar a que las plantas crezcan mejor, que estén más fuertes, que usen bien lo que ya tienen.

¿Qué son los bioestimulantes ecológicos?

No son fertilizantes. Tampoco son pesticidas. Y no reemplazan nada. Son productos que se suman al sistema para darle un empujón a la planta. Están hechos con extractos de algas, residuos vegetales, microorganismos, aminoácidos, minerales que ya están en la naturaleza. Nada raro. Pero juntos, activan procesos que mejoran el crecimiento, la floración, la resistencia al estrés. No son milagrosos, pero ayudan.

Lo ecológico tiene que ver con los ingredientes y con cómo se producen. No hay químicos de síntesis. No hay cosas artificiales. Lo que se busca es que todo esté en armonía con la forma de cultivo orgánico o agroecológico. Es como seguir la lógica del campo que cuida más el entorno.

Menos impacto, más resistencia

Una de las cosas que se dice de estos productos es que reducen el impacto ambiental. Al no tener tóxicos, no contaminan el suelo ni el agua. Tampoco afectan a los bichos buenos, esos que muchas veces son los que mantienen el equilibrio. Pero lo interesante no es solo lo que no hacen, sino lo que logran.

Por ejemplo, cuando viene una sequía, o una helada inesperada, o el suelo no tiene tantos nutrientes, la planta se estresa. Como cualquier ser vivo. Si está más fuerte, resiste mejor. No frena tanto su crecimiento. Y eso es lo que apuntan a lograr los bioestimulantes: que el cultivo no se venga abajo frente a cualquier cambio.

¿Por qué se habla tanto de esto ahora?

En parte, porque el campo está cambiando. Ya no se puede seguir igual que hace veinte años. La tierra se agota, los insumos suben, el clima se pone raro, y la demanda por alimentos más sanos es cada vez más grande. Entonces aparecen estos productos que no buscan producir más a cualquier costo, sino producir bien.

También pasa que hay más investigación. Universidades, cooperativas, empresas chicas. Todos buscando formas de aprovechar lo que ya existe en la naturaleza sin meterle tanto químico a la tierra. Los bioestimulantes encajan perfecto en esa búsqueda.

También influye que ya se empiezan a ver efectos concretos. En producciones medianas o más mixtas, muchos productores notan que el cultivo responde mejor. No se trata de grandes saltos, pero sí de una mejora pareja. Menos caídas inesperadas, más continuidad. En contextos donde todo cambia seguido, eso se valora bastante.

No es solo para cultivos orgánicos

Ese es otro punto, aunque nacieron más cerca del mundo orgánico, hoy se usan también en sistemas convencionales. Algunos productores los combinan con otras prácticas. Otros están empezando a reemplazar fertilizantes por bioestimulantes, de a poco. No hay una regla fija.

Lo que sí pasa es que en producciones certificadas como orgánicas o agroecológicas hay más espacio para experimentar con estos productos. Se valora más que sean biodegradables, que no dejen residuos, que no alteren el equilibrio del suelo. Por eso ahí se ven más casos.

¿Y qué pasa con la salud?

Aunque no se trata de algo que se consume directamente, lo que pasa en el campo siempre tiene su rebote en la salud de las personas. Menos químicos, menos residuos, menos riesgo para quienes aplican los productos o viven cerca de las zonas de cultivo. Es una cadena.

Además, si los cultivos están más sanos, la necesidad de aplicar otros productos se reduce. Es como armar un sistema más estable desde el principio, en lugar de estar apagando incendios todo el tiempo.

El futuro mira para este lado

La palabra “futuro” a veces suena medio inflada. Pero en este caso, va por algo concreto. Porque los sistemas que cargan la tierra de productos agresivos ya están mostrando señales de desgaste. Y los bioestimulantes, sobre todo los ecológicos, se meten como una respuesta posible a ese desgaste.

No prometen salvar todo. Ni reemplazar lo que ya existe. Pero sí abren una puerta. A un manejo más equilibrado, más flexible. Que cuida el suelo sin exigirle tanto. Que acompaña a la planta en lugar de forzarla. Que pone el foco en la vitalidad más que en el rendimiento bruto.

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