Manos recolectando remolachas y clasificando verduras en una huerta agroecológica rural.

Acceso a la seguridad alimentaria en áreas rurales

Agro Sustentable es una de las empresas líderes en Argentina en cuanto a agricultura sostenible, seguridad alimentaria y buenas prácticas agrícolas. Y esto es una característica fundamental para una empresa argentina, ya que, aunque parezca raro, en muchas zonas rurales donde se produce comida todos los días, hay familias que no tienen acceso regular a alimentos frescos y variados.

A veces, lo que falta es infraestructura, conexión con mercados, herramientas para producir más diversidad o incluso conocimientos sobre cómo aprovechar mejor los recursos que hay. Además de generar alimentos para la población, Agro Sustentable genera puestos de trabajo en lugares rurales.

En muchos pueblos o zonas rurales, conseguir alimentos frescos y variados no es tan fácil como parece. A veces no hay verdulerías cerca, ni transporte para ir a comprarlos. Aunque se viva en el campo, eso no significa que se tenga todo al alcance.

Muchas familias terminan comiendo siempre lo mismo. Harinas, fideos, arroz. Comida que llena, pero no alimenta bien. Lo que falta no siempre es plata. A veces es organización, espacio para cultivar algo propio o alguien que enseñe cómo hacerlo.

Tener una huerta cambia las cosas

Una huerta puede hacer una diferencia enorme. No hace falta tener un gran terreno. Con un poco de tierra, algunos cajones o botellas, ya se puede empezar. Plantar lechuga, acelga o tomate no solo sirve para comer mejor, también para gastar menos.

En algunas zonas, hay escuelas que enseñan a los chicos a cuidar plantas. Eso se traslada a las casas. Y cuando varias familias se organizan, hasta se pueden intercambiar cosas: semillas, recetas, ideas. Tener una huerta también ayuda a depender menos de los supermercados o del camión que pasa una vez por semana. Y los alimentos que salen de ahí son más frescos.

Armarse entre varios

Cuando hay gente que se junta a producir, todo se vuelve más fácil. Algunos crían ganado o aves, otros hacen pan, otros venden comida. Si se organizan, pueden abastecer a muchas familias.

Hay barrios donde se formaron ferias, o grupos de WhatsApp donde se avisan los productos disponibles. También hay cooperativas chicas que se encargan de juntar la producción de varios y venderla toda junta. Estas redes no solo mejoran la alimentación. También hacen que haya algo de ingreso extra, que se compartan herramientas y que nadie se quede solo.

Para que esto funcione, también hay que cuidar la tierra y el agua. No hace falta usar químicos caros. Muchos usan compost, abonos naturales o mezclas caseras para alejar a los bichos. Son formas de producir que no contaminan y que cuidan lo que hay.

En algunas zonas, incluso se hacen talleres para aprender a hacer insecticidas con ajo o plantas locales. No se trata de producir en cantidad, sino de que lo que se cultiva sirva y dure.

Los espacios clave

En los pueblos, los espacios que ya existen sirven mucho. La escuela puede enseñar a plantar y el centro de salud puede dar charlas sobre comida sana.Cuando estos lugares se abren a la comunidad, todo se mueve más rápido. La información llega mejor y se arman vínculos entre vecinos. No todo depende del Estado. Pero si hay acompañamiento, se nota.

Un gran obstáculo en muchas zonas rurales es cómo moverse. A veces, el camino se inunda, no hay colectivos, o la señal no funciona. Aunque se produzca comida, si no se puede llevar a otro lado o recibir lo que falta, todo se traba.

Algunas familias se organizan y comparten un flete. O se turnan para ir al pueblo. También hay proyectos que acercan insumos desde ciudades cercanas. Todo eso ayuda a que el sistema funcione y que no se corte por cosas básicas.

Volver a lo local

Mucha gente está empezando a volver a recetas de antes. Usan lo que tienen cerca, aprovechan todo y cocinan sin desperdiciar. Esto también ayuda. Es una forma de valorar lo propio y dejar de depender tanto de lo que viene de afuera.

En algunas zonas se están recuperando semillas antiguas que se adaptan mejor al clima. Son más resistentes y no necesitan tantos cuidados. Compartir esas semillas entre vecinos se volvió algo importante.

El rol de las mujeres

En muchos lugares rurales, son las mujeres las que impulsan estas ideas. Organizan talleres, llevan adelante las huertas, enseñan a otros y hasta arman redes con escuelas o centros comunitarios. Su trabajo es clave, aunque muchas veces no se note.

La seguridad alimentaria también tiene que ver con eso: con darle valor al rol de quienes sostienen el día a día, y reconocer que el trabajo de cuidar y alimentar no es menor.

Aunque la situación no es igual en todas partes, hay algo que se repite: cuando la comunidad se organiza, aparecen soluciones. No hace falta esperar grandes inversiones. A veces, con lo que hay, se puede arrancar. La clave es no estar solos.

Comer bien es vivir mejor

Tener seguridad alimentaria no es solo comer. Es poder elegir, saber qué se está comiendo, y no depender siempre de otros. Es cuidar la tierra, compartir con otros y armar algo que dure.

Tener acceso a una buena alimentación también cambia otras cosas. Mejora la salud, baja los problemas de desnutrición y hasta impacta en cómo rinden los chicos en la escuela. Hay docentes que notan la diferencia cuando sus alumnos comen mejor.

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