El uso de bioestimuladores permite un mejor aprovechamiento de los aportes de fertilizantes tradicionales, minimizando su aplicación. Asimismo, disminuye el riesgo por el exceso de nutrientes y fitosanitarios en el medio ambiente, teniendo cosechas más sanas.
En relación al uso y aplicación de los bioestimulantes; los modos pueden ser tanto en la parte aérea de la planta, como a nivel de las raíces, en el mismo suelo o mediante el agua de riego.
Cada bioestimulante puede estar preparado para generar efectos distintos en un tipo de cultivo u otro. Es por eso que sus utilidades son diversas, según las necesidades de cada momento. Algunos de los beneficios son:
- Aumentar la tolerancia de los cultivos para superar los estreses abióticos.
- Promover la asimilación de nutrientes, traslocación y uso.
- Contribuir con la eficiencia del metabolismo de las plantas que mejora a su vez los rendimientos del cultivo y la calidad.
- Mejorar la calidad de los frutos.
- Potenciar la fertilidad del suelo, especialmente a través del fomento del desarrollo de microorganismos del suelo.
- Regular la cantidad de agua en las plantas.
- Favorecer la conservación y cuidado del suelo.
Los bioactivadores contribuyen con el crecimiento y la formación de las plantas durante todo el ciclo del cultivo, desde la plantación hasta la cosecha.
En ese sentido, las plantas durante su crecimiento se enfrentan a situaciones adversas, que afectan su crecimiento. Al mismo tiempo que se vuelven más propensas a enfermedades. Son situaciones de estrés en las plantas. Las situaciones que provocan este estrés son:
- Temperaturas elevadas y extremas.
- Salinidad del terreno.
- Enfermedades y plagas.
- Trasplantes.
- Sequías alarmantes.
- Heladas pronunciadas.
- Podas excesivas.
- Aplicación de herbicidas o insecticidas.
En los últimos años, se ha investigado cómo cada vez más los diferentes bioestimulantes contribuyen al estrés vegetal, tanto de origen abiótico como biótico, y cómo contribuyen a lo que se denomina “Defensa Inducida de Plantas”.
En la inducción de la defensa, el reconocimiento planta-patógeno juega una función central. Las plantas desarrollaron respuestas que se activan de forma sistémica tras la infección local, con el objetivo de aumentar la magnitud y velocidad de la respuesta defensiva.
Los tipos de respuestas sistémicas que se conocen, de forma general, son: la Resistencia Sistémica Adquirida (RSA), la Resistencia Sistémica Inducida (RSI) y la Resistencia Inducida por Heridas. Esta última, en ocasiones, se integra con la RSI.
La aplicación de bioestimulantes en la rizosfera
Hoy en día, los bioestimulantes se han caracterizado por las funciones fisiológicas de las plantas que contribuyen, cómo lo hacen y los efectos beneficiosos que generan en el desarrollo del cultivo y/o ante situaciones estrés y en ausencia de estas.
De esta manera, se ha estudiado las diferentes materias y microorganismos que pueden contribuir a mejorar la sostenibilidad y rendimientos de los cultivos.
La rizósfera es la región del suelo ocupada por las raíces de las plantas. La rizósfera constituye un ambiente beneficioso para el desarrollo de microorganismos, como bacterias, hongos y otros microorganismos como nemátodos, ácaros, insectos. En esta zona se encuentran las mayores cantidades que en el resto del suelo.
La rizosfera presenta una alta concentración de nutrientes, como exudados procedentes de las raíces, que son fuente de energía para los microorganismos que están alrededor, estos a su vez protegen a las raíces de organismos patógenos y solubilizan minerales haciéndolos más asimilables.
Hoy en día, está tomando mayor importancia el suelo agrícola no solo como suministro de nutrientes esenciales y sostén de las raíces, sino también como factor clave en la mejora de la sostenibilidad en la agricultura, debido a que todo pasa por la buena salud del suelo agrícola.
La salud del terreno conlleva a tener suelos con buena estructura, baja compactación y con buenos niveles de materia orgánica, lo que implica una mejor reserva de nutrientes, mayor intercambio de nutrientes, una mayor actividad de los microorganismos del suelo, entre otros aspectos.
Asimismo, una buena salud del suelo alienta a proteger la calidad de las aguas en los ecosistemas agrarios bajando el impacto de factores como la escorrentía y la lixiviación.
En resumen, la salud del suelo juega un papel esencial en la biodiversidad en el suelo, promoviendo la biodiversidad de los suelos tendremos un mayor rango de organismos beneficiosos para contribuir a mejorar el equilibrio entre microorganismos beneficiosos de aquellos que no lo son tanto. En ese sentido, la aplicación de bioestimulantes puede ayudar a tener terrenos más saludables y cultivos de mejor calidad.