En un contexto dominado por las grandes exportadoras, la agricultura familiar campesina enfrenta el gran reto de posicionar sus productos en nuevos y exigentes mercados.
La agricultura familiar encara nuevos espacios de comercialización donde los volúmenes de producción y la innovación tecnológica juegan un rol clave para que los pequeños productores accedan a mejores acuerdos.
En el marco del Seminario “Fruticultura Sustentable y Mercados en la Agricultura Familiar”, llevado a cabo en Valparaíso, se profundizó en las brechas que la agricultura familiar campesina e indígena (AFCI) debe resolver para ingresar en el comercio exportador hacia nuevos y exigentes mercados.
Si bien Chile es reconocido mundialmente por la calidad de su oferta agrícola, los volúmenes de producción exigidos, los niveles de tecnología y las condiciones desfavorables de negociación, se han transformado en importantes dificultades para cientos de pequeños productores.
Según referentes del tema, hay experiencias exitosas de cooperativas y de empresas más pequeñas que están exportando. De todos modos, el gran desafío de la pequeña agricultura son los volúmenes, el capital y la inversión tecnológica para poder acceder a mercados más desarrollados.
El volumen de agricultura de menor escala que está exportando Chile es muy poco. En ese sentido, se puede decir que sí se está exportando y se podría sacar un número, pero en el caso de empresas exportadoras, son cada vez menos. No hay un número exacto, pero sí es un porcentaje mínimo porque la pequeña agricultura enfrenta mayores problemas.
Sobre esto último, el presidente de la Federación Nacional de la Fruticultura Familiar Campesina dijo que es necesario ser conscientes en lo que hace Chile en materia de exportaciones para la actividad productiva, pero claramente la pequeña agricultura no está reflejada en el contexto general de las exportaciones porque no hay una política real para equilibrar la balanza y posibilitar que la pequeña agricultura llegue a los mercados de afuera. Actualmente, prácticamente la única opción que existe es venderle a las exportadoras y muchas veces con precios que no son coherentes.
La sustentabilidad como eje de cambio
Para que la pequeña agricultura pueda enfrentar estas barreras e incursionar en los mercados internacionales, se necesita un esfuerzo coordinado entre todos los actores. Además se requiere fomentar la asociatividad y promover el acceso a la tecnología, a la innovación y, sobre todo, avanzar en la sustentabilidad.
En un contexto mundial donde los consumidores valoran cada vez más los productos sostenibles, la agricultura familiar campesina chilena tiene la posibilidad de posicionarse como un actor fundamental. La unión de esfuerzos entre agricultores, instituciones públicas y el sector privado será esencial para transformar este potencial en realidad.
En la misma línea, la experta del Ministerio de Agricultura, Paula Valdéz, indicó que una de las brechas que se observa en la pequeña agricultura está relacionada con el escalamiento de la producción. Los volúmenes que se producen son, en muchos casos, insuficientes. Ante este panorama, la solución está en que se asocien, que hagan volumen, que puedan tener poder de negociación y que puedan participar con personas que tienen más experiencia en el rubro exportador.
En Chile existe institucionalidad suficiente para apoyar en términos de información y asesorías antes de dar este paso.De todos modos, comenzar desde cero es más costoso, requiere de mayor inversión y de superar varios niveles en la producción, por lo que no es recomendable iniciar solo.
Muchos pequeños agricultores empiezan mediante un intermediario, pero esto puede llevar a tener un menor poder de negociación. En cambio, cuando esto se hace de forma colaborativa, asociados o en cooperativas, pueden complementar la producción, lo que aumenta su capacidad de negociar, de conservar una oferta constante en el tiempo y de acceder a contratos más estables.
En resumen, para los expertos, en un mundo cada vez más competitivo, la agricultura familiar campesina tiene el potencial de ser protagonista en la producción de alimentos sustentables y de alta calidad. Por otro lado, la asociatividad no solo permitiría aumentar los volúmenes de producción, sino que también abriría puertas para implementar prácticas sostenibles que respondan a las demandas globales de productos éticos y responsables con el medio ambiente. Agruparse en cooperativas o alianzas estratégicas no es sólo una estrategia económica, sino un modelo que lleva a una agricultura más resiliente, competitiva y rentable.