La agricultura regenerativa es un término cada vez más conocido entre científicos, formuladores de políticas públicas, profesionales, empresas privadas, y en las proyecciones tanto del ámbito nacional como internacional.
Si bien la agricultura regenerativa es un concepto cada vez más utilizado, las interpretaciones del término son tan diversas como los intereses que lo promueven.
En el terreno científico, la agricultura regenerativa se vincula en gran medida con la restauración de los suelos, el secuestro de carbono, el aumento de la biodiversidad y el uso más eficiente del agua.
En el caso de los técnicos y profesionales, éstos tienden a centrar la definición con el uso de determinadas prácticas vinculadas a resultados específicos. De todas formas, lo que casi siempre se omite es el reconocimiento de que los aspectos socioeconómicos y políticos del sistema son tan importantes como las prácticas agronómicas.
Por lo tanto, la agricultura regenerativa implica un giro hacia una perspectiva sistémica que contemple la salud del medio ambiente y el bienestar de las comunidades en el largo plazo.
En ese sentido y bajo el principio básico de la equidad, este modelo productivo puede adaptarse a diversas escalas de producción, desde los pequeños agricultores hasta los más grandes.
Los principios básicos de la agricultura regenerativa
Los aspectos centrales que integran la definición de agricultura regenerativa son:
- Diversidad e integración sinérgica: impulsa la variedad de especies de plantas y animales, variedades genéticas y funciones ecológicas, como así también de personas y opciones de subsistencia según las condiciones socioecológicas locales. Promueve la integración sinérgica entre estos elementos, tanto a nivel de finca como de paisaje, y la cooperación entre actores locales y partes interesadas.
- Reciclaje y uso eficiente de los recursos: garantiza el uso racional de recursos renovables locales y el cierre de ciclos minimizando la dependencia de insumos externos y sus impactos ambientales negativos.
- Resiliencia: mejora la capacidad del sistema agroalimentario para enfrentar los choques ecológicos y socioeconómicos, así como su capacidad para aprender de ellos y recuperarse.
- Agrobiodiversidad y cultura alimentaria: cuida y aumenta la agrobiodiversidad como base de dietas nutritivas, diversificadas y culturalmente apropiadas tanto para los agricultores como para los consumidores.
- Coproducción de conocimiento y gobernanza inclusiva: posibilita la difusión contextualizada a través de la toma de decisiones justa e incluyente, el desarrollo de capacidades y la participación transdisciplinaria.
- Economía circular y regenerativa: disminuye las externalidades sociales y ambientales a lo largo de las cadenas de valor, reconecta a productores y consumidores, fomenta los ingresos justos para los productores y los emprendimientos y mercados regenerativos locales/regionales que generan oportunidades de empleo digno y precios justos para el consumidor.
- Enriquecimiento de la biodiversidad: la biodiversidad en sus diferentes niveles es la base de servicios ecosistémicos que sostienen la vida. En este sentido, las prácticas agrícolas que simplifican los ecosistemas destruyen la diversidad que sustenta muchos de estos servicios.
- Optimización y calidad del recurso hídrico: la disponibilidad de agua limpia es fundamental para la agricultura. Su mal uso y contaminación son resultado de ver el agua como un recurso externo para gastar, y no como un recurso interno que puede estar bien gestionado. Las prácticas de la agricultura regenerativa provocan sinergias y cierran ciclos que ayudan a optimizar su uso en el sistema y a proteger su calidad y disponibilidad en el paisaje.
- Suelos saludables: prácticas convencionales como el monocultivo o el uso excesivo de agroquímicos contribuyen a degradar la salud física, química y biológica del suelo, pero esa salud es fundamental para mantener la productividad agropecuaria.Por el contrario, las acciones de la agricultura regenerativa protegen la estructura del suelo y dan sustento a su biota.
- Mitigación y adaptación climática: el sector agro es altamente vulnerable a los efectos del cambio climático. Las prácticas que aumentan la cobertura arbórea o protegen los suelos favorecen la captura de CO2 en la biomasa y el suelo, contribuyendo a la mitigación. Además, son adaptativas porque amortiguan los impactos del clima extremo sobre los cultivos, reduciendo pérdidas y estabilizando la producción.
- Bienestar económico: el descenso en la productividad, el aumento en el costo de insumos y la variabilidad climática han transformado a la agricultura en una actividad riesgosa y de márgenes estrechos. La agricultura regenerativa puede ayudar a restaurar la fertilidad del suelo reduciendo los costos, diversificando la producción y generando nuevas oportunidades de mercado.
En resumen, estos son algunos de los principios que atraviesan a la agricultura regenerativa. Muchos de ellos están relacionados con una dimensión ambiental, pero hay otros que también alcanzan aspectos sociales y económicos.