Los efectos del uso de los bioestimulantes en cultivos sostenibles

Los bioestimulantes se aplican cada vez más en la agricultura convencional y pueden también emplearse en la agricultura ecológica. Dichos productos contribuyen a mejorar las prácticas de producción, potenciando los rendimientos y la calidad productiva. 

¿Qué beneficios aportan los bioestimulantes?

Los bioestimulantes colaboran en la reducción y la absorción de nutrientes esenciales, fitohormonas y proteínas. Esto se consigue por las quelantes naturales que se sacan del suelo y promueven la asimilación por las plantas, mejorando la aceptación de abonos foliares y minimizando el impacto de productos fitosanitarios como los herbicidas.

Los bioestimulantes no tienen acción directa sobre enfermedades y plagas, sino que actúan sobre el vigor de la planta. Es decir, son complementarios a los fertilizantes agrícolas y productos fitosanitarios.

El uso de bioestimuladores provocan un mejor aprovechamiento de los aportes de fertilizantes tradicionales, reduciendo su aplicación. Asimismo, el riesgo por el exceso de nutrientes y fitosanitarios en el medio ambiente se reduce. 

Los modos de aplicación pueden ser tanto en la parte aérea de la planta, como a nivel de las raíces bien en el propio suelo o mediante el agua de riego.

¿Para qué se utilizan los bioestimulantes?

Los usos de los bioestimulantes son variados y dependen de las necesidades de cada momento, pero entre los fines está: 

  • Fomentar la tolerancia de los cultivos para enfrentar los estreses abióticos.
  • Colaborar con la asimilación de nutrientes, translocación y uso.
  • Lograr la eficiencia del metabolismo de las plantas para mejorar los rendimientos del cultivo y la calidad.
  • Fortalecer la fertilidad del suelo, mediante el fomento del desarrollo de microorganismos del suelo.
  • Gestionar la cantidad de agua en las plantas.
  • Favorecer la conservación y el cuidado del suelo

En el caso de los bioactivadores, estos benefician el crecimiento y la formación de las plantas durante todo el ciclo del cultivo, desde la plantación hasta la cosecha.

Las plantas durante su crecimiento se someten a situaciones adversas, que afectan o pueden perjudicar su crecimiento. Al mismo tiempo, se vuelven más propensas a  contraer enfermedades y estas son situaciones de estrés en las plantas. 

Las situaciones que generan este estrés pueden ser por ejemplo:

  • Temperaturas extremas
  • Salinidad del suelo
  • Enfermedades y plagas
  • Sequías prolongadas 
  • Heladas
  • Podas
  • Aplicación de herbicidas e insecticidas

En el último tiempo, se está analizando cómo los diferentes bioestimulantes colaboran en el estrés vegetal, tanto de origen abiótico como biótico, y de qué forma contribuyen a lo que se denomina defensa inducida de plantas. 

En ese sentido, durante el primer Simposio Internacional de Resistencia Inducida a Enfermedades de Plantas se definió que el término resistencia inducida sirve para designar a todos los tipos de respuestas que promueven a las plantas a protegerse de las plagas, incluyendo tanto respuestas locales como sistémicas.  

En relación a la defensa de las plantas, el reconocimiento planta-patógeno juega un rol central. Las plantas desarrollan respuestas que se activan de manera sistémica tras la infección local, con el fin de aumentar la velocidad de la respuesta defensiva. 

Los tipos de respuestas sistémicas más conocidos son: la Resistencia Sistémica Adquirida (RSA), la Resistencia Sistémica Inducida (RSI) y la Resistencia Inducida por Heridas. 

¿Qué hay que tener en cuenta para elegir un bioestimulante? 

Muchas sustancias forman parte de la conformación de un producto bioestimulante, ya sea ácidos húmicos y fúlvicos, aminoácidos, extractos de algas y microalgas, microorganismos como hongos, bacterias, entre otros;  las cuales generan diferentes efectos en las plantaciones.

El grado de efectividad depende de muchos factores, como por ejemplo, el tipo de cultivo, el estado del suelo o las buenas prácticas agrícolas. 

Ante esta situación, hay que tener en cuenta el momento, la dosis y las características de cada cultivo para controlar el impacto en las plantas. Cabe aclarar que no todos estos productos son iguales y es necesario entender qué y cuándo deben usarse.

La forma de aplicar el bioestimulante también contribuye a una mayor efectividad. Las aplicaciones se deben realizar sobre el propio cultivo en la parte aérea como en la zona de raíces.

Por ejemplo, si se quiere lograr la resistencia de la planta para afrontar las situaciones de estrés se puede recurrir a un tipo de bioestimulantes como bacterias. En tanto si se pretende favorecer el desarrollo y el crecimiento del cultivo o reducir el uso de fertilizantes químicos, se pueden aplicar hongos micorrícicos o extractos de macro y microalgas.

En resumen, los bioestimulantes actúan como una barrera de defensa en el crecimiento y desarrollo de las plantas. De todos modos, su uso y aplicación va a depender del tipo de cultivo y de las características del suelo y otros recursos naturales. 

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