TABACO

Historia

La mayoría de los historiadores consideran al tabaco como de origen americano, siendo cultivado por indígenas de América del Norte y del Sur.

En la primera expedición de Cristóbal Colón los españoles tuvieron el primer contacto con el tabaco. Rodrigo de Xérex (o Jerez) y Luis Torres se internaron en la isla Guanahani (San Salvador) y gustaron del humo del tabaco. Con respecto al origen de esta palabra los indios denominaban al tabaco cohiva, cojiva o coviva; en el sud de los Estados Unidos se lo conocía como “petum”, los Aztecas como “yetl” y en las Antillas como “yeli”. Los indios usaban el tabaco en sus ceremonias, por ejemplo, fumar la pipa de la paz.

Parece ser que Rodrigo de Jerez fue el primer hombre que fumó tabaco en Europa, a la vuelta de su viaje con Colón, en 1943, en tanto que, a un monje, Ramón Pane, se lo considera como el primero que llevó semillas o plantas de tabaco a Europa.

Pero recién cuando Jean Nicot, embajador francés en la Corte de Portugal, envió semillas de Nicotiana rustica, a la reina madre de Francia, Catalina de Medicis, fue cuando comenzó su difusión en Europa; desde entonces fue incrementándose pese a diversas prohibiciones. De ahí fue llevado a todas partes del mundo conocido hasta entonces, por marineros españoles y portugueses.

Cultivo del tabaco en el noroeste argentino: Aparentemente en la región noroeste de la República Argentina (Salta, Jujuy y Tucumán) el tabaco fue traído por los españoles del Perú y primeramente cultivado en Salta. El mismo no experimentó mayor desarrollo en la provincia, limitándose en el siglo XVIII a plantaciones para cubrir las necesidades locales. Sobre la calidad de este tabaco las opiniones estaban encontradas. En el siglo pasado, un francés Martín de Moussay en su “Description Geographique et Statistique de la Confedération Argentine”, hace una acabada descripción de las provincias del noroeste y, en la parte referente a tabaco, cita que en Tucumán era un cultivo importante juntamente con la caña de azúcar y que se lo exportaba a Chile.

En 1867, Antonio Álvarez de Arenales, tucumano que residió en Cuba de 1857 a 1864, llevó a su provincia natal semilla del tabaco habano de Cuba y publicó un folle-to sobre todas las fases de su cultivo, para intentar su difusión en esa provincia, a la que creía con condiciones climáticas semejantes a la zona tabacalera de Cuba. 

En Jujuy no revestía ninguna importancia, pero en Salta se había desarrollado un poco más, aunque solamente para las necesidades locales.

Es de destacar que ya en aquellas épocas Chicoana era el más importante productor de tabaco. 

El cultivo de tabaco siguió su progreso en Salta. El arqueólogo B. Ambrosetti en su viaje a La Playa en la temporada 1906/7 describe así la zona de Chicoana del Valle de Lerma, cubierto de fincas, maizales, tabacales. Entre los productores de aquella época se encontraba Don Agustín Zamora que recibió un premio del Ministerio de Agricultura de la Nación, en una exposición de tabaco.

La guerra mundial 1914-1918 favoreció ampliamente el desarrollo del tabaco en la República Argentina y en Salta. La producción de un solo tabacalero como Luis D’ Andrea en las fincas San José y Santa Rita (El Carrill) llegó a 500.000 kg. 

En 1915 la producción del país fue de 4.353.654 kg. y siguió subiendo hasta un máximo de 13.725.398 kg. En 1919 cifra ésta que bajó en seguida y recién volvió a ser superada en 1937.

El criollo salteño era el tabaco de más importancia en la zona, pero luego comenzó a tener su importancia el Virginia y el Burley.

El censo de producción de 1938 era de

Virginia 264.450 kg.

Burley 59.350 kg.

Criollo Salteño 840.000 kg.

La producción de tabaco en el período 1935-1955 en Salta se duplicó y en Jujuy tuvo asimismo un gran incremento.

La segunda guerra mundial 1939-1945 y la acertada política posterior a la finalización de la guerra, con la restricción de divisas para la importación de tabaco, provocó el paulatino aumento de la producción local. En el año 1946 el 60% del tabaco consumido era importado, en tanto que en 1955 se hacía casi totalmente con tabacos nacionales.

La producción casi total de tabacos claros era destinada al consumo interno y por consiguiente estaba limitada a dichas necesidades.

En la campaña 1955/56 se produjeron 20.321 toneladas lo que en ese entonces constituyó un exceso de producción. Fue así que en los años siguientes la producción disminuyó reduciéndose en 1957/58 al 60% de lo producido en aquel año.

Tal situación se repite en la campaña 1962/63 pero en ese año se inicia la exportación franca de los tabacos claros con 589 toneladas de tabaco Virginia la cual va incrementándose anualmente para llegar a las 3.700 toneladas en 1971.

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