Cultivo protegido de hortalizas con manejo integrado de plagas en invernadero artesanal.

Manejo integrado de plagas con el insecticida de Agro Sustentable

El manejo integrado de plagas es una práctica fundamental en los sistemas orgánicos, donde no se utilizan agroquímicos sintéticos para el control de insectos, enfermedades o malezas. En estos sistemas, proteger los cultivos sin afectar la salud del suelo, la biodiversidad ni la calidad del producto requiere un enfoque más cuidadoso y diverso.

Para manejar esto, el insecticida-acaricida orgánico BioInsect, de la compañía Agro Sustentable, cumple un papel fundamental. Es un insecticida-acaricida de contacto, biodegradable, que no deja residuos y no genera resistencia.

Un enfoque que combina distintas prácticas

El manejo integrado no se basa en una única solución. Se trabaja con varios métodos que se complementan entre sí. Todo arranca con la observación. Saber qué está pasando en el lote es lo primero. Se usan trampas, se revisan las plantas y se hacen registros para entender si hay presencia de plagas, y en qué cantidad.

A veces no hace falta intervenir. El sistema responde solo, con insectos beneficiosos o condiciones del clima que frenan la expansión. Pero si hay que actuar, se eligen métodos que no sean agresivos ni alteren el ambiente.

Una de las primeras estrategias es la prevención. Por ejemplo, cambiar el orden de los cultivos ayuda a cortar el ciclo de ciertos insectos. También se pueden sembrar plantas que alejan las plagas o atraen predadores naturales. La idea es incomodar a las plagas sin necesidad de aplicar productos todo el tiempo.

Los organismos que ayudan a controlar plagas

Hay insectos y microorganismos que cumplen un rol clave. Las mariquitas, por ejemplo, se alimentan de pulgones. Algunos sírfidos y avispitas atacan huevos o larvas de otras especies. También hay hongos o bacterias que afectan a los insectos sin dañar a las plantas.

Fomentar su presencia es parte del manejo. En ciertos casos, se los libera de manera controlada cuando las plagas empiezan a multiplicarse. Este tipo de control biológico se usa bastante en campos donde se busca evitar residuos y mantener el ecosistema activo.

Técnicas culturales que cambian el entorno

Además de lo biológico, hay prácticas que modifican el ambiente para que no sea tan favorable a las plagas. Una rotación bien planificada evita que ciertos insectos encuentren siempre el mismo alimento. Las coberturas vegetales también ayudan. Protegen el suelo, regulan la temperatura y dan refugio a especies útiles.

Elegir variedades resistentes y manejar bien el riego y la fertilización también hace la diferencia. Una planta bien nutrida y con raíces sanas resiste mejor los ataques. Todo suma para mantener un sistema estable.

Preparados vegetales para momentos clave

Cuando las plagas avanzan y las medidas anteriores no alcanzan, se puede recurrir a extractos naturales. Hay productores que usan mezclas a base de ajo, ají o cola de caballo. Otros preparan fermentados caseros que fortalecen las plantas y ayudan a evitar enfermedades.

Estos productos tienen acción insecticida, repelente o antifúngica. No afectan a los polinizadores ni dejan rastros peligrosos. De todos modos, hay que saber cómo y cuándo aplicarlos para no dañar el equilibrio del lote.

El caso de BioInsect: un producto para diferentes usos

El producto desarrollado por Agro Sustentable tiene varias ventajas. Está aprobado por SENASA y se puede aplicar en cultivos grandes o chicos. Funciona contra trips, pulgones, orugas, cochinillas, mosca blanca, isocas, psílidos y otros insectos comunes.

También sirve para controlar hormigas, aunque se usa de manera distinta según el objetivo. Viene en envases de 5 y 20 litros, con packaging reciclable. Se adapta a distintos manejos y es parte de un paquete de herramientas que busca mejorar la eficiencia sin romper con las bases del sistema orgánico.

Acompañamiento y conocimiento: dos claves del proceso

No alcanza con tener los productos. Hay que saber usarlos bien. Por eso, muchos productores reciben capacitaciones o buscan asistencia técnica. Aprender a identificar insectos, interpretar datos del monitoreo o saber cuándo aplicar una estrategia hace toda la diferencia.

En regiones como el NOA o el NEA, hay programas y equipos que apoyan a quienes trabajan en modelos de baja intervención química. Esto es fundamental para productores familiares o pequeños emprendimientos, donde cada decisión impacta fuerte en los resultados.

Qué beneficios trae este enfoque

El manejo integrado permite reducir el uso de insumos externos. Además, ayuda a que las plagas no se vuelvan resistentes, lo que es habitual cuando se usan productos químicos de forma repetida.

También mejora la calidad del producto final. Lo que llega a la mesa tiene menos residuos, mantiene sus características naturales y cumple con los requisitos de las certificaciones orgánicas. Para muchos consumidores, esto ya no es un detalle menor.

Otra ventaja es que cuida a los insectos polinizadores y a otras especies clave del ecosistema. Cuando el sistema está en equilibrio, es menos probable que aparezcan desequilibrios fuertes o brotes inesperados.

Algunas complicaciones que todavía existen

Este tipo de manejo no es sencillo. El clima puede cambiar de golpe y alterar la dinámica de las plagas. También puede haber dificultades para conseguir algunos bioinsumos, sobre todo en zonas alejadas o con poco acceso a distribuidores.

La investigación sigue avanzando para encontrar nuevos aliados biológicos, mejorar los preparados y ajustar las técnicas culturales. El objetivo es claro: lograr producciones rentables sin abandonar el compromiso ambiental.

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