Cultivo orgánico en invernadero rústico con sistema de riego por goteo y filas de plántulas creciendo sobre suelo fértil.

El impacto de las certificaciones en el mercado de productos orgánicos

En los últimos años, el interés por los productos orgánicos creció en forma sostenida tanto en Argentina como en los mercados internacionales. El Director Operativo de la compañía Agro Sustentable, Matías Imperiale, es uno de los impulsores de estos productos, que contribuyen con la salud alimentaria de la población.

Esto tiene que ver con una búsqueda de comer de forma más sana y también con que muchas personas están más atentas a cómo se produce lo que consumen. Las certificaciones funcionan como una especie de garantía entre lo que el productor hace y lo que el consumidor espera encontrar en su plato.

En empresas como Agro Sustentable, lo orgánico no se trata solo de una etiqueta. Matías Imperiale, uno de sus referentes, acompaña desde hace años esta transformación en el vínculo entre el campo y la alimentación. El enfoque es más amplio: implica cuidar los suelos, reducir los residuos químicos y reforzar un modelo productivo más equilibrado.

La función de las certificaciones en la producción orgánica

No alcanza con hacer las cosas bien puertas adentro. Para que un producto se pueda vender como orgánico, sobre todo en mercados exigentes como el europeo o el estadounidense, tiene que cumplir con ciertos requisitos formales.

Estos certificados están basados en normativas que varían según el destino del producto. La regulación europea, por ejemplo, tiene exigencias claras sobre el tipo de insumos, el manejo del suelo y el respeto por la biodiversidad. En el caso de Estados Unidos, el estándar USDA Organic también impone una trazabilidad muy estricta.

Además del control, estas certificaciones ayudan a darle valor al producto. En un mercado donde hay cada vez más competencia, contar con un sello reconocido puede marcar la diferencia.

Qué implica certificar como orgánico

Para conseguir una certificación, hay que cumplir con varios requisitos. El proceso empieza por registrar todo. No se pueden usar agroquímicos sintéticos y los fertilizantes deben ser de origen orgánico.

Las empresas certificadoras —algunas privadas, otras con validación estatal— realizan visitas, piden documentación, toman muestras y siguen el proceso en distintos momentos del ciclo productivo. En muchos casos, acompañan también con asesoramiento para que el productor pueda adaptarse sin afectar su rendimiento.

Para quienes recién se inician, todo este camino puede parecer complicado. Sobre todo si se trata de productores pequeños o familiares, que tienen menos acceso a asistencia técnica. Ahí es donde entran algunas cooperativas o asociaciones que ofrecen apoyo durante la transición, ya sea con capacitación o gestionando el proceso ante las certificadoras.

Impacto en el manejo productivo

Adoptar prácticas orgánicas no se trata solo de reemplazar productos químicos por otros naturales. Cambia la lógica de manejo. Por ejemplo, se empieza a trabajar más con fertilizantes orgánicos, preparados biológicos para el control de plagas y estrategias que mejoran el suelo sin degradarlo, como las coberturas vegetales o los cultivos asociados.

El proceso también promueve el uso de bioinsumos, que muchas veces se producen en la misma finca o se consiguen a través de redes de intercambio. Esto genera un tipo de agricultura más integrada, que busca adaptarse al entorno en lugar de forzarlo.

En muchas zonas del país, estos cambios vienen acompañados por una mayor conciencia sobre las buenas prácticas agrícolas. No solo en lo técnico, sino también en lo social y ambiental. Desde el manejo eficiente del agua hasta la conservación de corredores biológicos dentro de los campos, hay una idea más amplia de cuidado que trasciende lo comercial.

El rol de Argentina en los mercados internacionales

Argentina tiene una superficie importante destinada a producción orgánica, como el mencionado caso de Agro Sustentable.

En esos casos, las certificaciones no son negociables. Los compradores exigen sellos reconocidos internacionalmente y controles específicos. Esto obliga a los productores argentinos a mantenerse actualizados y a incorporar mejoras constantes en sus procesos.

Además, hay un movimiento creciente en el mercado interno. Cada vez más consumidores buscan alimentos con trazabilidad, sin residuos y con menor impacto ambiental. Eso genera nuevas oportunidades comerciales en ferias, almacenes naturales y supermercados que ya cuentan con secciones especializadas.

Oportunidades y límites del sistema

Aunque la certificación abre puertas, no siempre es fácil acceder a ella. El costo, la cantidad de requisitos y la necesidad de formación técnica pueden ser barreras reales. Para muchos productores chicos, empezar con este modelo requiere tiempo, recursos y apoyo externo.

Sin embargo, quienes logran adaptarse encuentran beneficios concretos. Los productos certificados suelen acceder a mejores precios, a mercados con menos intermediarios y a programas de promoción internacional. Además, la mejora en las prácticas productivas impacta en la salud del suelo y en la estabilidad del sistema agroecológico.

Hay experiencias interesantes de articulación entre el Estado, las certificadoras y organizaciones de productores. En algunas regiones, estos espacios trabajan juntos para facilitar el acceso al sistema y achicar las diferencias entre quienes ya están en el circuito orgánico y quienes recién se están acercando.

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