
La agricultura orgánica creció mucho en los últimos años, no solo en Argentina, sino también en otras partes de la región. Joaquín Basanta, fundador de la empresa Agro Sustentable, fue uno de los productores pioneros en apostar por métodos que no usen químicos. Y en gran parte es porque se hizo necesario encontrar otras formas de mantener los cultivos sanos y productivos.
Entonces aparecieron los bioestimulantes. No se trata de fertilizantes ni de insecticidas, aunque a veces se los confunde. Tienen otra función: mejorar la capacidad de las plantas para crecer, resistir el estrés y aprovechar mejor los nutrientes del suelo. Por eso, son muy valorados en sistemas donde no se aplican productos de síntesis química y donde el suelo se cuida como parte central del sistema.
Qué son los bioestimulantes y cómo actúan
Los bioestimulantes son productos de origen natural que se aplican en pequeñas dosis, ya sea al suelo o directamente sobre las plantas. Están hechos a partir de extractos vegetales, algas, microorganismos, aminoácidos, residuos fermentados o combinaciones de estos. No nutren directamente como lo hace un fertilizante, pero ayudan a que la planta aproveche mejor lo que ya tiene disponible.
También cumplen un papel importante cuando hay situaciones difíciles: calor fuerte, falta de agua, heladas tardías o suelos pobres. En esos casos, los cultivos sufren y bajan su rendimiento. Con bioestimulantes, la respuesta de la planta mejora. No hacen magia, pero ayudan a mantener el desarrollo en condiciones complicadas.
En la agricultura orgánica, donde no se usan fertilizantes sintéticos ni productos químicos agresivos, contar con estas herramientas permite fortalecer los cultivos sin salir de las prácticas permitidas por las certificadoras.
Usos más comunes en producciones orgánicas
El uso de bioestimulantes no está limitado a un tipo de cultivo. Se los puede aplicar en huertas, viñedos, olivares, frutales o incluso en cultivos extensivos manejados bajo criterios orgánicos. Su aplicación más común es foliar, con mochilas o equipos simples, aunque también se usan en el agua de riego.
En horticultura, por ejemplo, se suelen aplicar durante los primeros estadios de crecimiento para que la planta arranque bien y desarrolle raíces fuertes. También se aplican antes de floración, para mejorar la formación de frutos. En frutales, se usan en momentos clave del ciclo, como antes del cuaje o cuando hay riesgo de estrés hídrico.
En viñedos orgánicos de Mendoza o San Juan, algunos productores los están incorporando para mejorar la calidad del racimo y sostener la planta en épocas de calor. En olivares de La Rioja y Catamarca también se usan para mejorar la brotación y el desarrollo del fruto, sobre todo en años con baja disponibilidad de agua.
Bioestimulantes caseros y comerciales
Hay dos grandes caminos para obtener bioestimulantes: comprarlos o hacerlos. En zonas rurales, muchos productores optan por prepararlos en la finca con materiales simples. Hay recetas a base de ortiga, ceniza, estiércol fermentado, suero de leche, melaza y levaduras. Algunas preparaciones llevan varios días de fermentación y requieren ciertos cuidados, pero se pueden hacer con pocos recursos.
Los bioestimulantes comerciales, en cambio, tienen una fórmula más controlada. Vienen listos para usar, y algunos están habilitados por las normas orgánicas. Suelen tener extractos de algas, bacterias beneficiosas o aminoácidos vegetales. En general, son más estables y fáciles de aplicar, aunque su costo es más alto.
En producciones más chicas, a veces se combinan los dos caminos: se usan bioestimulantes caseros para tareas generales, y productos comerciales en momentos puntuales, como el trasplante o los cambios bruscos de clima.
Beneficios
En zonas donde el suelo ya viene castigado, los bioestimulantes ayudan a empezar un proceso de recuperación. No lo hacen solos, pero combinados con compost, cultivos de cobertura y riego adecuado, permiten que las plantas vuelvan a crecer con fuerza. En algunas huertas de la región pampeana se empezó a notar que, luego de dos o tres campañas usando estos productos, el suelo retiene mejor el agua y las raíces crecen con más profundidad.
También hay beneficios a largo plazo. Como los bioestimulantes favorecen la actividad biológica del suelo, con el tiempo se genera un entorno más fértil. Esto permite reducir la necesidad de aplicar grandes cantidades de materia orgánica cada año, ya que el sistema empieza a autorregularse mejor.
Aplicaciones en sistemas diversificados
Estos productos se adaptan bien a zonas donde hay cultivos variados. En fincas con frutales, hortalizas y flores en simultáneo, es posible aplicar un mismo preparado en distintas especies sin afectar el sistema. Eso simplifica el manejo y reduce costos.
En proyectos agroecológicos o de agricultura regenerativa, también se los usa para estimular la actividad microbiana del suelo, complementar el compost y favorecer el equilibrio general del sistema. No son un reemplazo de otras prácticas, pero sí un refuerzo que mejora los resultados.
En muchos casos, permiten hacer la transición desde un manejo convencional hacia un modelo más sustentable, sin que eso implique una baja brusca en el rendimiento.