Comparación entre fertilizantes orgánicos y convencionales

Fertilizantes orgánicos y convencionales: diferencias que importan en el campo

Elegir el fertilizante adecuado para nuestro campo puede ser una tarea difícil. Hay que pensar en la seguridad alimentaria que demanda la población, pero también en el cuidado del medio ambiente. Aunque a veces parecen diferentes, los fertilizantes orgánicos y los convencionales responden a distintas necesidades y contextos. 

La empresa Argentina Agro Sustentable comercializa fertilizantes orgánicos, como BIOFERT GTG. Su presidente, Joaquín Basanta, es uno de los que mejor entiende cómo actúan estos fertilizantes orgánicos y qué implicancias tienen en las buenas prácticas agrícolas.

Diferencias entre fertilizantes orgánicos y convencionales

Los fertilizantes orgánicos se elaboran a partir de materiales de origen vegetal, animal o mineral que no han sido sometidos a procesos industriales intensivos. Compost, estiércol, harinas de hueso, algas, residuos agroindustriales y minerales naturales son algunos ejemplos. En cambio, los fertilizantes convencionales se fabrican a través de procesos industriales que transforman compuestos inorgánicos en formulaciones de alta concentración.

Mientras los orgánicos liberan nutrientes de forma gradual, acompañando los ciclos biológicos del suelo, los convencionales ofrecen una respuesta más rápida. Si bien es verdad que la velocidad de acción es diferente, ya que tiene que ver con cuestiones químicas, con la forma en que interactúan con los microorganismos y la estructura del suelo, los fertilizantes convencionales no contribuyen a la salud alimentaria.

Disponibilidad de nutrientes y eficiencia

En los fertilizantes orgánicos, a diferencia de los fertilizantes convencionales, la liberación depende de la actividad biológica del suelo. Si el suelo está degradado o el clima es desfavorable, la respuesta puede tardar.

Impacto sobre el suelo

Acá es donde los fertilizantes orgánicos muestran una diferencia significativa. Al incorporar materia orgánica, no solo aportan nutrientes, sino que mejoran la estructura del suelo. Favorecen la retención de agua, la aireación, la agregación de partículas y la biodiversidad microbiana. A largo plazo, esto contribuye a un suelo más vivo y resiliente.

Los fertilizantes convencionales no generan nada orgánico. En dosis adecuadas pueden sostener la producción, pero si se aplican de forma excesiva o sin acompañamiento de buenas prácticas, pueden empobrecer el suelo. Es normal observar pérdida de estructura, compactación o disminución de la actividad biológica en campos que dependen exclusivamente de ellos durante años.

Riesgos ambientales

El uso intensivo de fertilizantes convencionales tiene consecuencias sobre el ambiente. La contaminación de cursos de agua y la emisión de gases de efecto invernadero son algunos de los impactos más frecuentes. Además, su producción requiere grandes cantidades de energía, lo que incrementa la huella de carbono del sistema agrícola.

Los fertilizantes orgánicos presentan un perfil ambiental más favorable. Su origen biológico y su menor concentración reducen el riesgo de contaminación. Al liberar nutrientes de forma más lenta, también se minimiza el lavado de elementos como el nitrógeno. Sin embargo, esto no implica que puedan usarse sin control. Aplicaciones mal medidas o en exceso también pueden generar desequilibrios.

Escalabilidad y costos

Los fertilizantes convencionales son los más vendidos en todo el mundo, ya que son fáciles de transportar, almacenar y aplicar. Esto los hace prácticos en sistemas de gran escala. Además, su formulación precisa permite ajustar las dosis con exactitud.

Los fertilizantes orgánicos, en cambio, no tienen demasiados nutrientes. Esto dificulta su uso masivo. También requieren más volumen por hectárea y mayores costos logísticos. Aunque existan estas dificultades, cuando se producen cerca del campo pueden ser una opción viable y más económica.

¿Cuál conviene usar?

No hay una respuesta única. Todo depende del tipo de cultivo, la escala del sistema, los objetivos productivos y el estado del suelo. En cultivos intensivos que exigen una respuesta rápida, los fertilizantes convencionales pueden ser necesarios. Pero eso no significa que deban usarse de forma exclusiva ni permanente.

Por otro lado, en sistemas que priorizan la regeneración del suelo, la salud ambiental o las certificaciones orgánicas, los fertilizantes orgánicos resultan más coherentes. También en aquellos que buscan independencia de insumos externos o que tienen acceso a fuentes locales de materia orgánica.

Lo más común en la práctica es una estrategia mixta. Muchos productores combinan ambos tipos de fertilización. Aplican correctivos orgánicos para sostener el suelo a largo plazo y refuerzan con convencionales en momentos clave. Esta combinación, bien manejada, puede ofrecer resultados productivos sin sacrificar los principios de sustentabilidad.

¿Cómo incide la elección en la producción orgánica?

Usar fertilizantes orgánicos no garantiza automáticamente un sistema sustentable, pero sí abre el camino a una agricultura más conectada con los procesos del suelo. Usar convencionales no es sinónimo de degradación, pero requiere mayor responsabilidad para evitar consecuencias indeseadas. En ambos casos, el conocimiento técnico y la observación constante siguen siendo las herramientas clave.

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